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DICIEMBRE 09, 2018 POR: Columnista Invitado EDICIÓN No. 23

Las olas del feminismo

FOTO: Internet

POR: Javier Giraldo

Al menos tres grandes olas reconocen los estudiosos del tema: la primera, sucedida a finales del siglo XIX y comienzos del XX, que buscaba igualdad entre hombres y mujeres con base en derechos de ellas frente a la ley; la segunda, ubicada entre 1960 y 1990, en general se llama “radical”, porque trata de luchar contra la raíz de una actitud colectiva de discriminación contra ellas; la tercera, desde los años noventa hasta la actualidad, considera a lo femenino desde las tendencias que cada individuo sienta afín con su propio gusto y eso incluye a quienes físicamente no son mujeres.

Para pensar en el origen, podemos llevar todo a la época en la cual grupos con características humanas recorrían amplios territorios en busca de comida. La fortaleza de los machos podría ser determinante para ciertos momentos de caza y tal vez por eso les concedieron a ellos (o se adjudicaron) un valor especial relacionado con la supervivencia.

No es difícil imaginar que los comienzos del sedentarismo dictado por la posibilidad de cultivar, les otorgó a las mujeres una tarea de cuidado de las áreas sembradas, mientras los hombres salían a seguir aventurándose en la caza. Los frutos del cultivo necesitaban tiempo y seguro requirieron almacenamiento y otras exigencias, que debieron hacer que la cacería y su producto inmediato tuvieran una valoración de mayor consideración y eso se debía extender a quienes la practicaban.

Como es obvio, esto es especulación. Épocas posteriores, en las cuales la agricultura había cobrado auge, implicaron que grandes señores tuvieran terrenos en donde capataces explotaban el cultivo y el pastoreo a cambio de alimento y vivienda y las familias numerosas implicaban una fuerza laboral más valiosa: más manos que trabajaran, sin exigir jornales. Es fácil suponer que en ese esquema, tras los hombres llenos de conocimientos para explotar la tierra hubiera mujeres dedicadas a cuidarlos y a hacer crecer la prole que fortalecería una unidad productiva nacida de esa familia.

Era una época en la cual el estudio estaba reservado para las elites de la sociedad: los reyes, los militares o los religiosos. Es más ni siquiera los niños eran reconocidos como en la actualidad. Solo eran “personas pequeñas” y el género de cada individuo solo marcaba su papel dentro de la reproducción, tan necesaria para contar con más fuerza laboral.

Las grandes revoluciones del mundo hicieron que ese modelo económico cambiara. Implicaron nuevo pensamiento que considerara derechos de quienes trabajaban la tierra, aguillotinaron reyes, y armaron estructuras de poder (con hombres como líderes), apareció la industrialización y la democracia, pero en el fondo de las cocinas de las casas persistió la presencia de mujeres que seguían dedicadas al servicio.

Olympe de Gouges

La primera ola es reacción a esa situación: la mujer estaba dedicada a la casa, a cuidar a los hijos, a atender a su marido, pero no participa en las decisiones de su comunidad, ni siquiera en las de su casa. La gran revolución que dejó como herencia la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano no las consideró, a pesar de que reivindicaba la igualdad de todos en la sociedad.
A la visión de Olympe de Gouges, una activista que se atrevió en su época a reclamar protección para la maternidad y que veía el matrimonio como un contrato que debía renovarse con periodicidad, se le debe la tarea de extender los derechos del hombre a las mujeres, porque reescribió la declaración más ponderada de la época y la llamó la Declaración de los Derechos de las Mujeres y de la Ciudadana. En ese texto se basan las reclamaciones de la primera ola: que ante la sociedad y el estado, las mujeres sean iguales a los hombres.

Mary Wollstonecraft

A la vez, una escritora y filósofa inglesa, Mary Wollstonecraft apareció en escena con varias reflexiones relacionadas, entre ellas las de la obra Vindicación de los Derechos de la Mujer, en la que considera que la diferencia entre hombres y mujeres no es natural sino cultural y plantea la educación como una necesidad para todos.

Aunque a estas mujeres no vieron el éxito de sus aportes, sus pensamientos fueron la base para que a finales del siglo XIX surgiera la exigencia de derechos civiles, como la posibilidad de votar, para las mujeres. Se concentraron en el voto porque creían que de ese derecho surgía el resto. Dos movimientos son clave en este punto: uno surgido en Estados Unidos y otro contemporáneo de Inglaterra. Son tan fuertes sus manifestaciones que inventaron las huelgas de hambre y otras formas de protesta que aún hoy son usadas.

Como después de la Primera Guerra Mundial empezaron los reconocimientos de su derecho al voto, terminó esa primera ola.
La segunda surgió a partir de la mitad del siglo, porque todo el interés de la lucha anterior se basaba en el sufragio, pero dejó de lado, por ejemplo la raza. Por eso surgieron dos movimientos que denunciaban nuevas discriminaciones por ser negras y mujeres y porque la posición social se sumaba al género para dejarlas a ellas aparte.

Simone de Beauvoir

Una nueva mujer pensadora escribió y removió consciencias. Es Simone de Beauvoir, que en su obra El Segundo Sexo hizo un diagnóstico de la situación del momento. A ella se sumaron otras pensadoras, porque el acceso a la educación ya no las hacía escasas. Por eso hablan de socialismo feminista; con el paso del tiempo, terminaron definiéndose unas como feministas liberales y otras como feministas radicales, que señala al patriarcado como raíz del problema de la mujer. 

Desde los años noventa hasta nuestros días, la consideración apunta a tener en cuenta la feminidad desde distintos aspectos de la vida como la cultura o las tendencias sexuales. Como no es lo mismo ser mujer en religiones musulmanas o desde tendencias sexuales diversas, la reflexión lleva a considerar distintos “modelos” de mujer, desde lo social, la etnia, lo cultural, lo religioso, etc. Por eso ya no creen que haya solo un feminismo y las voces distintas señalan necesidades diferentes sobre violencia de género, equidad en salarios, acceso a cargos directivos, entre otros aspectos.

Todo esto crea en las mujeres la inquietud por participar, proponer y educarse. Algunas veces termina siendo motivo de cargas adicionales por el manejo de su tiempo para ser excelentes en todas las áreas en las que se comprometen, muchas siguen sintiendo insatisfacción, pero es claro que su posibilidad de ser escuchadas, de tomar iniciativa para su proyecto de vida y hasta para sus relaciones sexuales les da hoy un mayor protagonismo que hace 50 años.

Inclusive está en la agenda de debates los cambios para que los lenguajes sean más incluyentes (tipo “todas y todos”) y entre las comunidades BDSM cada vez hay más mujeres dominantes y hombres sumisos. Todo hace parte de la evolución que tenemos como sociedad: ¿qué nos hace crecer? ¿Cómo podemos lograr mayor equidad, más tranquilidad y más satisfacción?

Yo, por mi parte, no me veo involucrado en una relación como las de principio del siglo XX. Me gustan los debates con ellas, me gusta aprenderles, las he tenido como jefas en varias oportunidades y siento que he recibido de su perspectiva y que he podido plantear la mía; y si de cama se trata,  me fascina que expresen su placer, me encanta cuando toman la iniciativa y no encuentro gusto similar a verlas satisfechas; inclusive me gozo espetar cuando dicen “no”. ¿Alguien comparte esas ideas? 

REVISTA EROTIK


1 COMENTARIOS

  • zagara   

    ambos conceptos hoy en día están muy distorsionados. que los hombres sean machistas es sinónimo de ser primitivos y hasta ignorantes, no se puede negar. el feminismo esta mas distorsionado todavía, mas en el concepto de la libertad sexual. es cierto la mujer esta en todo el derecho de hacer con su cuerpo lo que quiera, eso nadie lo niega y el que lo haga es un idiota. pero desde cuando cosificarse es libertada sexual. que las mujeres se lucren de su cuerpo o se sientas felices de estar exhibiéndolo. no es algo feminista por el contrario es un acto machista que beneficia es al hombre, lo digo porque muchas mujeres hoy en día que son feministas tienen esas tendencias de laborar en los distintos tipos de mercado sexual. el feminismo ha ganado mucho para la mujer en el campo laborar, social, profesional, político, ETC algo que es fantástico que el genero se lo merece con todo. pero en lo sexual es todo la contrario solo le a dado poder al machismo porque la mujer es cada vez mas un objeto de valor monetario que un igual con el hombre en este campo. y lo comprueba el hecho de que en el mundo son mas las mujeres que viven de su cuerpo que las mujeres que viven de su cerebro. son mas las mujeres que trabajan en los distintos mercados sexuales del siglo 21 que las mujeres que tienen un titulo profesional o que las mujeres que aportan algo al desarrollo de la sociedad de la especie humana. y mientras ese desequilibrio exista no se puede hablar a plenitud de libertad para la mujer.

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